Por:
Mtro. Carlos Alberto Chiñas Narváez
Doctorante en Educación
CEVIP-Xalapa.
Sin duda son muchos y podemos iniciar mencionando los
que les impusieron con la Reforma del 2003, los cuales, aparte de estresarlos y
ponerlos al borde del abismo laboralmente hablando, implico también que el
docente se despertara de su marasmo y se diera cuenta que es fundamental
seguirse preparando.
Ahora tenemos la Reforma del
2019, misma que nos lleva hacia la Nueva Escuela Mexicana la cual nos aproxima
a la educación humanista, a la educación centrada en el estudiante a través del
paradigma constructivista con la firme intención de un enfoque por
competencias, por lo tanto, si partimos de que en la actualidad, la producción excesiva
de información y el transporte de la misma mediante los sistemas de información
a través del mundo a velocidades sin precedentes, exige del ser humano una
mayor capacidad de adaptación al medio, reflejada en la autonomía requerida
para llevar a cabo los procesos que hacen parte de la cotidianidad, nos exige la
autonomía en el trabajo, autonomía para pensar y, en el marco de la educación
autonomía para aprender. (Camacho Segura, Ricardo 2015).
Por lo anterior y en
palabras de Semadeni Rossette, Deyanira (INEE 2019), entre los desafíos que
enfrentan las y los maestros en el actual marco contextual educativo están: la masificación
en los centros escolares, la disgregación de los núcleos familiares, la pérdida
del prestigio de la figura docente ante padres de familia y dentro del Sistema
Educativo Nacional, las exigencias pedagógicas del siglo XXI con recursos del
XX, la falta de conocimientos pedagógicos y desarrollo humano, además de lo
difícil de la crisis social, por ello es necesario replantear el constructo
social del magisterio, pues ya no es el poseedor y proveedor del conocimiento,
ni el individuo infalible que sacrifica todo por el alumnado. Hoy las y los
maestros se convierten en compañeros de viaje de los jóvenes, mentores que
guían desde su propia falibilidad, con su propia humanidad cargada —al igual
que sus alumnos— de emociones, sentimientos, miedos y pasiones. El docente del
siglo XXI es un humano guiando a otros humanos en su aprendizaje por la vida,
que se respeta y respeta, que se reta y reta, que se valora para poder valorar
al otro.
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